Creí que podría cambiar mi situación, creí que podía volar, creí que deseando con toda mi alma que todo fuera diferente, todo cambiaría a mi alrededor. Me imaginé con mi capa roja, con una sonrisa que iluminaría toda la tierra pero sobre todo con el poder de una superheroína y poder con ello cambiar mi vida y que todos los anhelos que dentro de mí se removían se harían realidad.
No habría justicia que me parase, no habría hombres ni mujeres que me retuviesen porque yo sola podría romper aquel muro de acero que se había formando dentro de mi corazón.
Al sentir aquella fuerza creí que lo conseguiría, la imaginación me convirtió en superwoman.
Pero de pronto, me vi reflejada en aquel maldito espejo y volví a la realidad de cada día y volví a sentir mi propia soledad, mi tristeza, mi incapacidad para poder romper aquel muro que nadie me ayudaba a derrumbar. Aquel espejo me mostró de nuevo quien era yo y que la vida no es justa y que la justicia es lenta y a veces injusta y, de este modo, mi corazón volvió a sentir de nuevo la soledad y la tristeza de la mujer que era y que sería.
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