Con la edad las amistades de cuando éramos niños van quedándose por el camino. Nuestros caminos van por distintos derroteros, los ma
ridos, los hijos y nuestros trabajos, nos distancian o nos hacen separarnos de nuestros amigos.
Sin embargo, quizás muchas veces sea necesario dejar partir a ese amigo para poder seguir por nuestro propio sendero, un camino distinto al de esa persona que en su día fue tu amigo y ahora puede parecer un desconocido.
Quizás en un futuro los caminos se vuelvan a unir y estemos preparados para retomar de nuevo la amistad perdida. Además, quizás si siempre mantenemos las mismas amistades no estaríamos dispuestos a abrir nuestras puertas a nuevos amigos, a nuevas experiencias. Así que si dejamos que otras personas lleguen a nuestras vidas veremos como nos la enriquecerán, nos ayudarán a sortear obstáculos, y otras muchas simplemente serán amigos de paso y no por eso nos sentiremos tristes sino alegres porque también estos nos habrán aportado sabiduría, experiencias y su amor en un corto plazo.
La amistad no tiene sexo, ni edad y muchas veces creemos que la persona más a fin a nosotros tiene que ser joven o más o menos de nuestra edad, y sin embargo hay ocasiones en que encuentras en tu camino a una persona madura y que te cuenta miles de aventuras; sus experiencias. Y con su visión de la vida, te sientes agradecida de tener esa amiga.
La amistad puede que no sea para siempre, pero qué importa, lo importante es haber tenido el privilegio de haber tenido ese amigo en esa época de tu vida.
No lloremos porque un amigo nos dejó, alegrémonos porque otro amigo llegará a nuestras vidas.
Sin embargo, quizás muchas veces sea necesario dejar partir a ese amigo para poder seguir por nuestro propio sendero, un camino distinto al de esa persona que en su día fue tu amigo y ahora puede parecer un desconocido.
Quizás en un futuro los caminos se vuelvan a unir y estemos preparados para retomar de nuevo la amistad perdida. Además, quizás si siempre mantenemos las mismas amistades no estaríamos dispuestos a abrir nuestras puertas a nuevos amigos, a nuevas experiencias. Así que si dejamos que otras personas lleguen a nuestras vidas veremos como nos la enriquecerán, nos ayudarán a sortear obstáculos, y otras muchas simplemente serán amigos de paso y no por eso nos sentiremos tristes sino alegres porque también estos nos habrán aportado sabiduría, experiencias y su amor en un corto plazo.
La amistad no tiene sexo, ni edad y muchas veces creemos que la persona más a fin a nosotros tiene que ser joven o más o menos de nuestra edad, y sin embargo hay ocasiones en que encuentras en tu camino a una persona madura y que te cuenta miles de aventuras; sus experiencias. Y con su visión de la vida, te sientes agradecida de tener esa amiga.
La amistad puede que no sea para siempre, pero qué importa, lo importante es haber tenido el privilegio de haber tenido ese amigo en esa época de tu vida.
No lloremos porque un amigo nos dejó, alegrémonos porque otro amigo llegará a nuestras vidas.
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